Fíjese lo que he encontrado en el libro de José Ingenieros, Las fuerzas morales. (Buenos Aires, 1925.)
«Tanto se apaga la vida cuanto decrece la voluntad. La pereza y la inacción son los gérmenes de la miseria moral; el hábito de holgar suprime en los parásitos la aptitud para el trabajo. La abulia es el castigo final de los perezosos: no es en ellos una desgracia, sino una culpa. Se adquiere por obra del paciente mismo, como las enfermedades vergonzosas.
La vida humana es gimnasia incesante de funciones armónicas. Deber natural del hombre es ejercitar su brazo y su mente; quien viola ese deber comete una inmoralidad. Los órganos se amodorran y el espíritu se envilece. La inercia apoya la vida de los holgazanes, tornándolos incapaces de hacer cosa alguna para sí mismos y para los demás. Cruzarse de brazos ante un mundo moral que incesantemente se renueva, es suicidarse; es morir de sed junto a las fuentes de la vida.
Quien haya atentado así contra su dignidad, debe curarse reeducando las funciones de su organismo y de su entendimiento. Para aprender de nuevo a ejecutar lo que se piensa es necesario olvidar la palabra rara «mañana».
Ahora o nunca. «Mañana» es la mentira piadosa con que se engañan las voluntades moribundas.»
¡Qué última frase ¿eh? A mí no se me ha olvidado desde el primer día que la leí en una vieja revista que se editaba en Barcelona hace ya mucho tiempo, llamada Eficiencia. Años después encontré –en Internet- una copia digital de su libro, me puse a buscar la frase que recordaba… y la encontré junto a un número muy estimable de reflexiones valiosas. Le aconsejo su lectura.
Miguel Villarroya Martín / Arroyo de la Vega / Madrid /España / LdF.015
Es necesarios estar conectado para escribir un comentario Conectar