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    ETAPAS.

    Estoy cómodamente sentado en la quietud de mi estudio, fijo mi vista en mi mano observo la parte dorsal, estiro mis dedos…

    Mi piel se arruga, se forman arrugas que asemejan olas de agua, algunas más prominentes que otras, es el otoño de mi vida…

    Cuando se es muy joven nuestra capacidad de razonar al respecto de nuestra vida es muy limitada… Es la primavera.

    En nosotros se impone plenamente la energía de la vida, somos los grandes conquistadores en potencia, pensamos entonces que solo es cuestión de tiempo, la conquista de nuestros deseos y metas.

    Nuestro vigor, esperanzas y fe están fortalecidos.

    No distinguimos muy claramente los verdaderos valores  espirituales; en ese aspecto no somos ricos…

    Ya pasados los años viene un periodo de madurez. Es el verano.

    La razón se empieza a imponer sobre lo material; empezamos a dudar de algunas de nuestra conclusiones del antes.

    Aquí pensamos un poco más antes de actuar, la razón empieza a tomar razón… Se piensa más.

    Estamos plenos de vigor, además de que nuestro razonar ha profundizado un poco más.

    Algunos nos volvemos lectores de buenos autores…

    Afortunados los que llegamos al Otoño de nuestra vida.

    En esta estación, es el amanecer del espíritu

    Nos empezamos a dar cuenta de que somos, además, seres espirituales con todo lo que a ello conlleva.

    Empezamos a advertir de una manera más cierta la existencia de Un Creador y tomamos ya en serio nuestra mortalidad, advirtiendo ya nuestro paulatino deterioro.

    Los valores de la vida, antes difusos, hoy empiezan a subrayarse, se empieza a notar las grandes diferencias entre la verdad y la mentira; el bien y el mal, empiezan a definir con mayor fuerza nuestro carácter y forma de ser. Ya dudamos mucho menos…

    Se tiene una perspectiva (muy importante) de lo que en la vida sembramos y lo que dejamos de sembrar.

    La perspectiva es clara, transparente y de aquí en adelante se irá limpiando de las dudas que nos queden por aclarar.

    Empezamos a ver la calidad o no, de nuestra cosecha.

    Lo que entre el Creador y yo hemos plantado; tuve y tengo libre albedrío, de ahí mi innegable responsabilidad.

    Es la aurora espiritual la que nos va transformando.

    Del invierno en nuestra vida, debo confesar que no lo sé porque no lo he vivido como las etapas anteriores…

    Si el Creador me lo permite espero en un rato más tener la fortuna, el privilegio de poderlo hacer…

    Humildemente.

    Nissim Mansur T. / Nov. 30/13 / mansurnissim@gmail.com

    Nota de MVM: Nissim Mansur es colaborador, entre otros medios, de diariojudio.com, sitio de Internet en el que lo conocí por primera vez, hace un tiempo. Desde entonces tiene la cortesía de mandarme periódicamente sus «líneas de fuerza», que casi siempre me «obligan» a meditar en sus acertadas observaciones.

    Miguel Villarroya Martín, a  03 de diciembre de 2013. / LdF.070

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