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    A Quinto Delio

     Acuérdate de conservar tu mente tranquila en la adversidad,

    Y en la buena fortuna abstenerte de una alegría ostentosa,

    Delio, pues tienes que morir,

    Y ello, tanto si has vivido largo tiempo en la tristeza

    Como si, recostado en escondidos  prados,

    Te has regalado en los días festivos

    Con añejas cosechas de Falerno. (1)

     

    ¿Por qué el alto pino y el plateado álamo

    Gustan unir la hospitalaria sombra de sus ramas?

    ¿Por qué la linfa fugitiva se esfuerza en deslizarse por sinuoso arroyo? 

     

    Manda traer aquí vinos, ungüentos exquisitos

    Y las flores del amable rosal que tan presto se marchitan,

    Mientras  te consientan tales goces  tus bienes, tu edad

    Y los negros hilos de las tres Parcas. (2)

     

    Un día dejarás el caro soto que compraste,

    Y de la casa y de la quinta que bañan las rojas ondas del Tíber,

    Te irás, y un feliz heredero poseerá

    Las riquezas que amontonaste.

     

    Ya seas rico y descendiente del venerable rey Ínaco. (3)

    O que vivas a la intemperie, pobre y de ínfimo linaje: nada importa,

    Serás víctima del Orco (4) inexorable.

     

    A todos nos espera igual destino,

    Los nombres de todos se revuelven en la  misma urna.

    Y más tarde o más temprano ha de salir la suerte que nos conducirá,

    En la barca de Caronte, (5) rumbo al eterno exilio.

    Quinto Horacio Flaco (6)

    Quinto Horacio Flaco272Espero que la lectura de la oda anterior le haya llevado a usted a la reflexión que yo pretendía: a la consideración de la feliz  vida que llevamos,  como algo que se termina. Puede usted poner la atención en el final o en su recorrido, eso queda a su elección, pero yo,  que lo pongo en su transcurso, no olvido su final. Pero eso, ni me angustia ni me da miedo, sino que me permite dar un cierto sentido de urgencia a todo lo que hago.

    Yo no sé si en mi final aparecerá Caronte con su barca para llevarme al oscuro inframundo, ni creo que lo sepa nadie, o si pasaré a una vida más luminosa acompañado de mi Ángel de la Guarda;  no me importa, lo que sí me importa es hacer que hasta que llegue ese momento, la vida que llevo sea  lo mejor posible.

    En otra oda – Carpe Diem- Horacio nos alienta a que devoremos el tiempo antes de que éste lo haga con nosotros.

    Notas:

    (1)     Mítico vino de la región de Campania en el sur de Italia, muy apreciado en la Roma Clásica.

    (2)     «Las Moiras griegas (Parcas o Fatos para los romanos) eran  hijas de Nix, la Noche, diosa que concebía por sí sola. Las Moiras son tres Cloto, Láquesis y Átropos, «la que hila», «la que asigna el destino» y «la inflexible». Son la personificación del destino, y su misión en el horizonte mitológico griego, es la de asignar el destino a los seres que nacen, deparándoles suertes y desgracias. «Como diosas del destino velan porque el sino de cada cual se cumpla, incluyendo el de los propios dioses. Asisten al nacimiento de cada ser, hilan su destino y predicen su futuro. Se las representaba como tres mujeres de aspecto severo: Cloto, con una rueca; Láquesis, con una pluma o un mundo y Átropos, con una balanza.»  Véase el sitio : http://es.wikipedia.org/wiki/Moiras

    (3)     Ínaco, en  la Argólida (Peloponeso)  es uno de los Oceánidas ―dioses fluviales― de la mitología griega. Fue proclamado juez en la disputa entre Hera ―esposa y hermana de Zeus―  y Poseidón, dios del mar, junto con sus hermanos  Asterión y Cefisos.  El objeto de la disputa eran precisamente las tierras y el río de ÍNACO. «Poseidón al ver que acordaban la preferencia por Hera,  les maldijo y, a causa del encono del dios, el lecho del Inaco se secaba todos los años y sólo en la estación de las lluvias volvía a ser visitado por las aguas.» Véase en: http://es.geocities.com/proyectoarcadia/clasica/inaco.html

    (4)   Plutón, dios de los muertos, cruel e inflexible, no influenciable por las plegarias o sacrificios Habitaba el Averno, lugar del inframundo donde moraban las almas.

    (5)   Caronte:  «… donde empieza el Más Allá está el Aqueronte, río tenebroso, con un barquero, llamado Caronte, más tenebroso aún, que, además, pretende que le paguen el viaje. Por eso, los griegos tenían la costumbre de poner una moneda en la boca de los cadáveres, a fin de que estuvieran en condiciones de pagar el transporte.»  ( Véase el sitio :   http://platea.pntic.mec.es/~anilo/mitos/hades.htm)

    (6)    Quinto Horacio Flaco (65 a.C. – 8 a.C.) Poeta lírico y satírico latino. Epicúreo romano, amigo de Virgilio y protegido de Mecenas. El poema se encuentra en: Carminun  II , 3  

    Miguel Villarroya Martín, a  28 de septiembre de 2013 / Poe.028

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