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    A La Nave del Estado

    ¡Oh nave!, (1)

    ¿Vuelves a lanzarte a los peligros de las olas?

    ¿Qué haces?

     ¡Ay! No te alejes del puerto.

     

    ¿No ves cómo tus flancos están faltos de remos

    y que, hendido el mástil por el veloz Ábrego (2) ,

    tus antenas se quejan  y, sin jarcias, a duras penas

    puede aguantar tu quilla el imperioso oleaje?

     

    Tus velas están destrozadas,

    y los dioses desoyen las súplicas

    que en tu angustia les diriges,

    por más que seas de pino del Ponto (3),

    hijo de noble selva,

    y te jactes de un linaje y de un nombre inútil;

    nada confía el marinero, a la hora del miedo,

    en los dioses pintados en la popa.

     

    Si no quieres ser  juguete de los vientos,

    resguárdate en seguro.

     

    Tú, que ayer me inspirabas tedio, 

    y hoy avivas mis inquietudes  y deseos,

    evita los escollos del mar,

    del mar que baña las resplandecientes Cícladas (4).

     

    Carminum I, 14

    Quinto Horacio Flaco272

    Quinto Horacio Flaco. (65 a.C.- 8 a.C.) Poeta lírico y satírico latino. Epicúreo romano, amigo de Virgilio y protegido de Mecenas.

     He aquí algunas notas que podrán mejorar la comprensión del texto de Horacio:

     (1) La nave es Argos,  nombre del navío de los Argonautas, (navegantes griegos que salieron al mando de Jason, en busca del vellocino de oro)  y es utilizada, desde Horacio,  como una metáfora frecuente del gobierno del Estado ―la Nave del Estado― y en general, de cualquier organización o empresa.

     Aunque en esta oda, Horacio, se refiere pues al gobierno de la Nave del Estado ―al gobierno de Roma―, podremos, con provecho, tomarla también como referencia del gobierno de nuestras empresas.

     En ella,  nos advierte del riesgo seguro de salir a navegar ―a competir, decimos nosotros― con nuestra estructura desarbolada, en malas condiciones y con un conjunto de supersticiones o conocimientos inadecuados. El aspecto material de nuestra empresa, su infraestructura, sus medios de producción, sus sistemas de relación, etc. deben siempre de estar en el mejor modo posible. ¿Qué cuál es ese mejor modo?: aquél que le lleve a usted a mejores y más frecuentes ventas?

      Analice esta cuestión  y no olvide usted que todo lo que ha hecho hasta ahora y lo que ha llegado a ser y obtener,  podría asemejarse a su mascarón de popa: un cántico inútil a los dioses que rigen la Fortuna. Lo que está atrás, atrás queda. ¡A la proa, pues! Recuerde que nadie puede asegurarle el futuro y que nadie puede garantizarle que el buen o mal estado en el que se encuentra, vaya a durar siempre.

     Nos aconseja también evitar mares desconocidos ―negocios en los que no dispongamos de los medios o conocimientos adecuados―  pues si lo hacemos el viento turbulento deshará nuestra nave (empresa).

     Esta oda es pues un canto a la prudencia en el obrar.

     (2) El veloz o raudo Ábrego era un viento que provenía de África y que impulsaba a las naves desde el  Sur de Italia hacia el Ática.

     (3)  El Ponto era una importante colonia griega, que limitaba con el actual Mar Negro.

     (4) Cícladas: extenso conjunto de islas del Mar Egeo. (Aquí podríamos asimilarlas al Mercado Inmobiliario con sus brillantes luces y sus turbios escollos.)

    Miguel Villarroya Martín, a  21 de octubre de 2013 / Poe.031

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