Lo que nos une a los otros miembros del grupo es lo que hace que logremos objetivos que nunca alcanzaría ninguno de los hombres del grupo, por separado. Los lazos establecidos entre los integrantes del equipo son las “cuerdas” que lo mantienen unido y le permiten una actuación compensada en la que cada cual aporta capacidades diferenciadas.

La cooperación de los miembros individuales de un grupo de acción –una red de colaboradores inmobiliarios, por ejemplo-  posibilita muchas cosas, pero la esencial es el incremento exponencial de la supervivencia de cada uno de los miembros del equipo

El uso de herramientas extiende la fuerza, la capacidad, la oportunidad, la habilidad, el poder, la influencia, etc., del que las utiliza. Por eso la creación de herramientas  cada vez más sofisticadas nos ha acompañado a lo largo de nuestra evolución desde la charca de agua hasta la luna y más allá. Y alguna de ellas, las más eficaces sólo pueden saborearse en grupo.

La lealtad a los miembros del grupo es el aglutinante y el disparador de la acción de conjunto y uno de los cimientos más firmes para el éxito tanto individual como colectivo. Le presentamos aquí un ejemplo extremo del valor de esa vieja y casi olvidada virtud.

El ideal común de un grupo, el objetivo a lograr, ya sea éste, material o inmaterial, puede, si no mover montañas, si al menos coronarlas. Los ideales de un grupo dan fuerza al mismo, guían su actuación y hacen que sus resultados mejoren. Y sus integrantes  obtienen “alojamiento” en un ideario superior que puede llevarlos a realizar hazañas asombrosas. Véase aquí un caso extremo de este aspecto de la Acción de Conjunto.

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